Hikikomori.
Hola a tod@s. En las últimas clases hemos estado trabajando la descripción tanto de objetos, lugares, como personas. Una de las actividades realizadas fueuna propuesta de escritura donde el alumnado debía ponerse en la piel de un hikikomori.
Los hikikomori son adolescentes y jóvenes japoneses que se ven abrumados por la sociedad japonesa y se sienten incapaces de cumplir los roles sociales que se esperan de ellos. Por esta razón deciden encerrarse en su habitación durante meses, incluso años, sin tener contacto directo con la sociedad que les rodea. El único contacto que mantienen con el mundo exterior es a través del ordenador, de la televisión y de los videojuegos en línea.
La propuesta de escritura consistía en "convertirse" en un hikikomori español que sale a la calle tras un tiempo indeterminado de aislamiento, describiendo su percepción del mundo, fijándose en los pequeños detalles, siendo capaces de experimentar de forma literaria lo que una experiencia así podría causar en nosotros y nuestras vidas.
Aquí tenemos un excelente ejemplo de la alumna Marisa Gámez Medina.
Era el
día de salir, con ímpetu giro el pomo de la puerta y bajo las escaleras de una
en una. No se oye nada en casa, será por la hora, las seis de la mañana, mis
padres duermen. Llego al salón, está diferente, el color es distinto, hay una
lámpara, una alfombra y un sofá que son
nuevos. En lo único que pienso es en salir a la calle, ver cómo actúa la gente,
en su forma de vestir, etc. y salgo.
Ya estoy en la calle, está amaneciendo,
aunque se ve bien; no me había dado cuenta de que era otoño, por lo que hace un
poco de frío y no he cogido una chaqueta. Parece absurdo, pero me sorprendo con
solo ver un árbol o un gato rebuscando en un cubo de la basura. Continuo
andando calle abajo, me paro de repente... Ese edificio es nuevo, ahí antes solo
había un descampado, lleno de matorrales, arbustos secos, alguna flor marchita
y restos de basura acumulados por el viento. Llego al parque bebo agua de una
fuente, sabe diferente, tiene una textura y un frescor que el frigorífico no
consigue darle, me siento en un banco y miro a mi alrededor, no ha cambiado en
nada, los mismos columpios, los mismos árboles, siento un gran deseo de
tumbarme en el césped, lo hago, y cierro los ojos, puedo oír el viento y los
pájaros, su conjunto es como una bella melodía que solo se puede oír ahí; noto
algo en mi cara y me sobresalto, es solo una hoja, la cojo, la huelo, la rompo,
no recordaba que el jugueteo con una simple hoja fuese tan entretenido. Pero yo
necesito ver a la gente, oírla hablar, oler distintos perfumes, así que salgo
del parque y me dirijo a la calle con más tránsito.
Allí veo a un cartero, pero ya no va en
bicicleta, sino en moto y lleva una gran gorra amarilla que lo identifica, de
repente noto como alguien me toca en la espalda, es una señora de unos
cincuenta años, me giro y me pregunta la hora, me paralizo, no sé que
responder, no tengo reloj, salgo corriendo de ahí, y no paro hasta haberla
perdido de vista, empiezo a arrepentirme
de mis actos, no entiendo lo que acabo de hacer, como puedo tenerle pánico a
una persona, parece que no he madurado nada en cinco años. Por mi lado pasa una
niña con unas coletas y una mochila rosa chicle con unos muñecos muy extraños
pintados en ella, supongo que serán unos nuevos dibujos animados. Me paro a
pensar un momento, para ser las siete de la mañana no hay en la calle, no lo entiendo, la gente tenía que estar yendo a
trabajar, los niños al colegio, los ancianos a pasear al parque o a comprar el
periódico.
Al fondo de la calle hay dos chicos
maltratando a una chica, eso no ha cambiado, paro no la defiendo. Un hombre
sentado en un banco a mi lado también está mirando la estampa, en la mano llena
una especie de pantalla táctil, lo observo y es como un ordenador pequeño,
pienso ...es que me da un poco de nostalgia los cambios que me habré perdido de
la tecnología.
Me dirijo a la cafetería, donde solía ir,
pero al llegar veo que ahora hay una tienda de ropa, miro el escaparate y veo
tantos cambios de la moda, tacones de infarto, colores más fosforitos que las
luces de una feria, vestidos tan cortos como camisetas, ¡qué horror!, no
entiendo como la gente podrá ponerse eso. De repente oigo el ruido de un
supuesto claxon, ahora los claxon son como aullidos ensordecedores de perros,
¡qué dolor de cabeza!. Huelo dulce y agradable, proviene de una pastelería, veo
el mostrador y querría comprar algo, pero tras el mostrador había una chica, y
si me decía algo, y si se reía de mí, y si me trataba mal; tenía que armarme de
valor y entrar. Sólo era comprar un pastel. Entré y le señalé lo que quería, me
dijo el precio y salí; no había ido tan mal. Le doy un mordisco al pastel y veo
una crema azul, está rico. Este pastel es el cielo que me muestra un universo
nuevo, me lo termino.
Me siento a ver pasar la gente, ahora que
parece que hay más movimiento. Todos los chicos de mi edad llevan ropa como la
de la tienda anterior, parece que en vez de ir a clase, van a la discoteca, y
además, todos los jóvenes llevan las pantallas táctiles esas, pero si ni
siquiera hablan entre ellos; ¡es ridículo!
De repente veo a un hombre que le intenta
robar el bolso a una señora mayor, eso ya
no lo puedo permitir, salgo a correr y empujo al hombre, le quito el
bolso y se lo devuelvo a la señora. Ella me da las gracias e insiste, en que si
puede hacer algo por mí, le digo que no, que no hace falta. ¡He hablado!, y
no ha pasado nada...
Me alejo y reflexiono, por lo sucedido...
Por cosas como estas, y por mis miedos, le he dado la espalda al mundo. No
encontraba mi sitio, mi vida era un pozo sin fondo; pero cinco años encerrado
me habían dado para mucho pensar. Si todo el mundo se encerrase, los problemas
seguirían, así no se solucionaría nada y con pequeños gestos haríamos un mundo
mejor y nuevo. No podía creer que había perdido tontamente toda mi
adolescencia, por un estúpido problema. Todos tenemos un sitio en la sociedad,
hasta la gente mala; si ellos tenían una vida, una esperanza y un futuro:
¿ Por
qué yo no?